A partir de la islamización de los beréberes se produce un cambio fundamental en la estructuración de la sociedad. De una estructura matriarcal, pasan a adoptar una patriarcal siguiendo la línea de lo marcado por el Islam; aún así, el papel de las mujeres dentro de la sociedad beréber (sea en el Rif, en la Kabilia o el Atlas) será menos encorsetado que entre los árabes. Tendrá peso político en las decisiones de la tribu, en las asambleas del Caíd de la Fracción o Tribu, puesto que sin pertenecer a ella, pueden ser llamadas a participar, siendo las más de las veces el propio Caíd quien busca su consejo, para que sirva de contrapeso a las opiniones de sus consejeros varones.
La sociedad beréber (no sólo la rifeña, sino la de Yebala o Kabilia) se estratifica en Familias ( Adrum o Jaruba, según la zona) de carácter extenso, al descender de un ancestro común (por vía patrilineal). El vínculo de parentesco es la base de la organización social al transmitirse la propiedad de la tierra exclusivamente por línea agnaticia, es decir, de varón a varón.
Los niños, hasta que no eran considerados adultos, no acompañaban a los hombres que iban a la guerra. A los más jóvenes se les encomendaba la labor de cuidar de los rebaños que podían ser el sustento de los combatientes, transportar municiones e incluso transportar las armas de sus mayores durante la marcha.
Las mujeres no eran en principio combatientes, se encargaban de todas las labores que en un Ejército moderno denominaríamos Línea de Suministros, llevando armas, municiones, alimentos y todo lo necesario para el avituallamiento de la Harka. En el caso de ser atacados sus pueblos, las mujeres podrían verse en la necesidad de participar en el combate; y todas aquellas que marchaban a la zaga de la Harka, podían dedicarse, con sus gumías, a finiquitar a los soldados heridos, rematándolos muchas veces de forma tan cruel que generaban represalias por parte de las tropas, iniciando así una espiral de violencia sin fin, que regaba con sangre las sedientas tierras del Rif.