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¡VIVA LA LEGIÓN!

¡VIVA LA LEGIÓN!

Corresponsal de guerra

24 de julio de 1921

La legión llega a Melilla tras una increíble marcha de más de 100 km en 33 horas. La ciudad recibe a sus soldados entre vítores

Llegada de la Legión a Melilla en 1921

La legión española, orgullo de la patria, en Melilla tras jurar morir por salvarla



Filiberto Panzarotti, Melilla-

Las noticias de los días pasados habían aterrorizado a toda la población de la ciudad española de Melilla. Tan española desde la época de los Reyes

Católicos como cualquier otra.

Las mujeres y niños pasaban las horas rezando en las iglesias de toda la ciudad mientras los hombres no quitaban su vista del inmenso y vacío mar, el único lugar por el que podría llegar la tan necesaria ayuda. Las noticias eran que las harkas rifeñas no respetaban ni a mujeres ni niños, que cortaban a los españoles en canal y los quemaban.

Mientras se acumulaban en la ciudad las malas noticias, mujeres y niños de las ciudades cercanas y los heridos del deshecho ejército de Melilla, se hacía a cada momento más patente la debilidad en la que se encontraban sus habitantes. Serían pasados a cuchillo. Junto al muelle se agolpaban los melillenses queriendo divisar la silueta gris de un transporte de tropas sobre el inmenso azul que los separa del resto de España.

Muy lejos de allí, en el campamento de Robba-Gozzal, esperaba la recién fundada legión española realizar el último asalto sobre la cueva del jabalí de Tazarut. El Teniente Coronel al mando y fundador de la legión, d. José Millán Astray clamaba que un combate más y ya serían suyos. La recientemente creada Legión, Tercio de Extranjeros, estaba ya ganándose su sitio en la historia y en el corazón de los españoles.

No se iba a producir ese combate. Sin más detalles fueron reclamados para marchar de inmediato. La patria los reclamaba sin más detalle. Destino Ain Yedida, a 25 km de Tetuán.

Millán Astray, fundador un año antes y comandante en jefe de la unidad trató con sus comandantes de bandera la situación. No sabían si irían a una misión más peligrosa o si eran reclamados para pasar a reserva, así que lo echaron a suertes.

La victoria fue para la primera bandera de la legión del jovencísimo comandante Franco, que sería apoyada por 4ª compañía de la segunda, también al mando del comandante Fontanés. Más de 75 kilómetros de áridas montañas separaban el campamento de su primer destino, para una marcha con la mayor de las urgencias, las que de pronto pide la patria. El comandante Franco, sin saber por qué, pensaba en la lejana Melilla.

A las 4 de la mañana dejó la I Bandera su campamento. La orden no era otra que marchar hasta la extenuación con una sola parada en un bosque próximo a Al-Yhudi, donde se facilitaría la aguada y podría bañarse la tropa.

La llegada del sol extenuaba a los legionarios y agotaba sus cantimploras. Una sección se ocupaba de recuperar a los que caían extenuados y a las cargas que se desprendían de las mulas. Por la noche continuó la marcha sin descanso. El interminable camino hacía mella y se hacían más frecuentes los descansos. El viento soplaba como un huracán cuando tuvieron que ascender una colina sin fin.

A las 11 horas del 22 de julio, tras 17 horas de marcha, llegaron a su destino, sin conocer aún cuál sería su orden. Exhaustos, los legionarios se tiraron a descansar en el camino sin fuerzas para montar sus tiendas. Pronto les llegó orden de marchar otros 25 km hasta Tetuán. A las 3 y media de la madrugada se tocó diana, pero hubo que despertar uno a uno a los rendidos soldados sordos a la corneta. Tras 33 horas de marcha y más de 100 kilómetros llegó la legión a Tetuán, desfilaron hacia la estación y partieron hacia Ceuta.

Allí les indicaron sus órdenes. Iban a Melilla. Se había producido un desastre inimaginable. Sanjurjo les espetó:

- Vamos con una columna de socorro a Melilla, venís: Santiago y los Legionarios con dos Banderas, una batería, ingenieros y transportes de intendencia…Silvestre se ha suicidado…

Los legionarios fueron arengados por Millán Astray:

- ¡Legionarios! De Melilla nos llaman en su socorro. Ha llegado la hora de los legionarios. La situación allá es grave: quizás en esta empresa tengamos todos que morir. ¡Legionarios! Si alguno no quiere venir con nosotros, que salga de la fila, que se marche, queda licenciado ahora mismo… Legionarios, ahora, jurad ¿Juráis todos morir, si es preciso, en socorro de Melilla?

La respuesta fue unánime:

- Sí, juramos. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!

Embarcaron en el vetusto Ciudad de Cádiz que se dirigía a toda máquina hacia la ciudad hermana en peligro, junto a la plana mayor y sonando la Marcha Real.

El día 24 a la 1 de la tarde se agolpaban los melillenses para lanzar vítores a sus salvadores, a la legión española. Los soldados se colgaban de las jarcias y palos prorrumpiendo en vítores a España y a Melilla, causando un delirante entusiasmo entre toda la ciudad que se agolpaba en el muelle y en la muralla. Desde el barco los arengó el comandante de la Legión, Millán Astray:

- ¡Melillenses! Os saludamos. Es la Legión que viene a salvaros. Nada temáis, nuestras vidas lo garantizan. ¡Melillenses! Los legionarios y todos, venimos dispuestos a morir por vosotros. Ya no hay peligro. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Melilla!

Aún quedaría mucho para la salvación de los melillenses. Pero había llegado la Legión. Hombres desconocidos, heridos de zarpa de fiera, audaces y temerarios que habían jurado morir por salvar a Melilla. Las plegarias habían surtido efecto en los corazones de los desconocidos soldados. Sabían que a pesar de la adversidad Melilla se había salvado. Las mujeres y niños ya no serían pasados a cuchillo. Ni en mil años podrán olvidarlo los melillenses.

¡Viva la legión!

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